Se presentaron algunas dificultades, sobre todo en lo que corresponde al seguimiento del plan nutricional, aunque también en el campo del entrenamiento -aunque espero en menor medida. Esto da la entrada a reflexionar un poco sobre el tema...
Los cambios abruptos, que dan un giro a las circunstancias de 180°, son sin duda los que brindan los resultados más sorprendentes, acelerados y notorios -casi en cualquier campo. Sin embargo, esta estrategia no es aconsejable para el gran grueso de la población. El grado de exigencia que implica modificar tus hábitos alimenticios y a su vez instaurar un nuevo hábito (como el entrenamiento) es sacar por completo a la persona de su zona de confort. Algunos lo harán con gusto, otros batallaran para completar aunque sea un par de semanas antes de volver a sus viejas costumbres.
En lo personal, nunca he sido partidario de los cambios graduales, paulatinos, lentos e indoloros... sin embargo, no soy reacio a aceptar que en algunas situaciones son la mejor alternativa. Cuando tratamos con adicciones, el cortar de tajo con el objeto de adicción es una manera de acelerar el proceso, sin embargo esto se convierte en una empresa donde harás uso de tus recursos de auto control y tolerancia, pues los síndromes de abstinencia suelen abatir hasta a los mejor intencionados.
La reestructuración corporal no es algo que se consiga de la noche a la mañana. Es una carrera al largo plazo y realmente nunca termina. Esos planes que se suponen a tres meses y dejan en blanco el resto de tu vida suelen estar condenados al fracaso a largo plazo. Tal sucede con sistemas de moda como el P90x o ahora el Insanity. El establecimiento de objetivos y la periodización para lograrlos es el elemento clave para conseguir, por momentos, el cuerpo que deseamos (siempre será temporal) o alcanzar el rendimiento deportivo al que nos proyectamos.
En este caso en particular, con nuestra participante anónima, se decidió optar por un sistema radical por un lapso muy corto, muy breve: tres semanas. No tan solo esperamos un resultado a nivel físico, sino también es parte de un aprendizaje de algo fundamental en el ejercicio: el esfuerzo y la constancia. El sistema es relativamente simple, aunque exige una precisión cuasi obsesiva en los detalles. Pequeños cambios o faltas pueden detener o hasta retrasar avances ya logrados, por lo que resulta un sistema apto solo en casos especiales. La idea, aunque parezca quimérica, es reducir los porcentajes grasos subcutáneos a la vez que mantenemos (o hasta incrementamos) la masa magra.
Esto se logra dividiendo la rutina de entrenamiento y el plan de alimentación en ciclos. Estructurando un lapso a siete días, una semana, cuatro de ellos consisten en una descarga de carbohidratos a su vez que una depleción de reservas de carbohidratos (glucógeno) seguidas de tres días de sobrealimentación y recarga de carbohidratos acompañado de un entrenamiento anabólico con movimientos complejos de fuerza.
Aquí nos anticipamos a varios cambios a nivel hormonal que acaecen ante una dieta de restricción de calorías que suelen ser causa y motivo de defección y fracaso en nuestro objetivo. Apoyándonos en los cambios fisiológicos que el ejercicio propicia, este es uno de los métodos más eficaces para los individuos que no pertenecen a la élite genética de la musculación ni están dispuestos al riesgo de consumir ergogénicos de nivel farmacológico.
Al termino de esta entrada se cumplen dos semanas bajo este régimen, y en cinco días más esperamos tener los resultados de este peculiar experimento...